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martes, 21 de diciembre de 2010

Onírica y transversal

Esta noche he volado, después de años sin hacerlo o sin recordarlo. He sobrevolado el mar, por la línea de costa. Abajo todo era verde y azul. Había veleros y grandes peces. Yo subía y bajaba a mi antojo, aunque a veces no podía controlar el vuelo y me alejaba demasiado de la costa. Finalmente he amerizado en una zona plagada de tiburones, había gente con canoas que se dirigía velozmente a la arena, huyendo. Yo he caído justo delante de unas rocas ebúrneas y la marea me impedía acceder a tierra firme. Después de varios intentos, he conseguido salvarme de una merienda tiburonil.

Después de volar me he visto tumbada en una camilla. Una señora entrada en carnes me masajeaba vigorosamente las tetas con aceite de coco. Al principio no entendía que aquello formara parte de la terapia para amortiguar mis dolores lumbares, pero como empezó a gustarme, me dejé hacer. La señora amasaba mis peras como si estuviera haciendo un bizcocho. Cada vez me gustaba más. ¡Coño! —pensé— ¿seré bisexual? No me importó demasiado el descubrimiento. No sé cómo acaba el masaje tetil, sólo recuerdo que me teletransporto a otra escena, más caliente y lésbica todavía. Estoy en un muelle sobre el mar dejándome sobar por una tía, ésta más joven y delgada que la anterior. La señorita en cuestión me acaricia suavemente la entrepierna mientras me besa. Ahí ya dejo de lado todos los prejuicios sexuales y me abandono al amor.

12/07/09

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